El Vino Chileno
La historia del vino chileno comienza con la llegada de los españoles al territorio que hoy conocemos como Chile, alrededor del siglo XVI. Ellos trajeron las vides al nuevo continente, y ya por el año 1548 se conocían algunas plantaciones para uso particular en el Valle del Bío-Bío, en el sur del país. Fueron los sacerdotes los primeros en elaborar pequeñas cantidades de vino para la realización de la misa. Las cepas españolas correspondían a la variedad «Negra», conocida como «País» en Chile y «Misión» en California, la que se adaptó rápidamente al suelo y la cual es posible encontrar aún en la zona central de Chile. Los indígenas araucanos posteriormente, conocen la uva y aprenden a fermentarla, dando origen a lo que hoy llamamos chicha de uva.
Las primeras vides fueron plantadas en los alrededores de Santiago y posteriormente en los territorios que fueron siendo colonizados. La vid encontró en la zona central de Chile un habitat ideal, por su clima mediterráneo de inviernos lluviosos y veranos calurosos, y su producción fue creciendo, llegando al punto que Felipe II decretó prohibir nuevas plantaciones. La prohibición duró hasta 1678. Otra prohibición se decretó durante el régimen napoleónico en España, a comienzos del siglo XIX, al considerar que el vino producido en Chile competía en precio con el producido en España. Hay que agregar también la producción del llamado aguardiente de uva, un destilado que podía alcanzar los 50 grados y del pisco chileno, un destilado de alrededor de 70 grados, pero que se rebaja a un nivel de entre 30 y 50º por medio de la adición de agua desmineralizada.
A mediados de siglo, y siendo ya Chile una república independiente, se comenzó a considerar al vino como una importante fuente de ingresos de exportación, y los gobiernos empezaron a preocuparse en desarrollar su calidad. Un técnico agrícola francés, Claudio Gay, fue contratado para tal fin. Gay creó una estación experimental llamada Quinta Normal de Agricultura, que ya para 1850 tenía alrededor de 40 000 vides europeas de 70 distintos tipos plantadas en sus terrenos, las que fueron evaluadas científicamente.
El siguiente paso, la modernización en la producción de vino, fue dado por Silvestre Ochagavía, un diplomático de carrera, a quien algunos consideran como el padre de las Viñas chilenas -el término Viña se refiere a una empresa vitivinícola-. Ochagavía viajó comisionado a Europa y contrató expertos franceses, quienes comenzaron en 1851, a reemplazar la cepa País por cepas Cabernet Sauvignon, Cot o Malbec, Merlot, Pinot, Riesling, Sauvignon Blanc y Sèmillon. El buen resultado motivó a otros empresarios a seguir el ejemplo: Maximiano Errázuriz, Luis Cousiño, José Tomás Urmeneta, Domingo Fernández Concha, Bonifacio Correa Albano y Melchor Concha y Toro, entre otros, fundaron sus respectivas Viñas e iniciaron una exitosa tradición que se proyecta hasta nuestros días. En 1879, Alberto Valdivieso inició la producción de vino espumoso, importando de la región de Champagne, cepas Chardonnay y Pinot Blanc, así como elementos técnicos para producirlo.
En 1863 se detectó una plaga de filoxera en Francia, la que fue extendiéndose por Europa, destruyendo las cepas de calidad europeas. En 1873 apareció en California, en 1875 en Australia, y en 1880 en Africa del Sur, transformándose en una catástrofe de carácter mundial. Las cepas chilenas, sin embargo, se mantuvieron libres de la plaga y contribuyeron posteriormente, en gran medida, a la recuperación mundial de la industria vitivinícola. El período de bonanza que podría haber significado para Chile, al quedar como productor incólume, no fue aprovechado. La producción para exportación había estado orientada casi exclusivamente al mercado estadounidense y se hicieron algunos intentos para introducirla en el mercado europeo, sin mayor éxito, lo que decidió a los productores nacionales a orientarla a otros países latinoamericanos, con mercados mucho más reducidos.
En 1902 el vino comenzó a ser tributado con altos impuestos, lo que desanimó la producción. Posteriormente la Ley Seca en Estados Unidos contribuyó también a la baja en la producción chilena de vinos de exportación. Entre 1938 y 1974 se prohibió la plantación de nuevas cepas y la importación de tecnología para la producción. Otro aspecto descuidado, fue la tardanza, por razones económicas, del uso de barricas hechas de roble. Se usaba la madera de raulí, una madera chilena de buena calidad, pero sin las especiales cualidades del roble. Hay que señalar también, que la producción de vino de cepas País, suplían las demandas del mercado interno, siendo desde siempre muy populares en sus tipos pipeño y chicha.
La producción de vinos finos para exportación vio su recuperación en la década de 1980, cuando productores mundiales reconocieron la calidad de las cepas chilenas y decidieron invertir en ellas. Empresas internacionales como Miguel Torres y Domecq de España, y Margaux y Lafite Rotschild de Francia se hicieron presentes y comenzó la recuperación del decaído mercado exportador chileno. Modernas tecnologías reemplazaron las ya anticuadas instalaciones, sumadas a una regulación y legislación en la producción de vino, hicieron que Chile, a finales de la década, ocupara un lugar destacado entre los productores mundiales de vino.
El carménère.
La uva carménère es exclusiva de este país del Cono Sur, ya que esta cepa europea fue extinguida en el siglo XIX por la filoxera. La cepa carménère se consideraba extinta, hasta que a principios de la década de 1990, enólogos franceses, notoriamente el ampelógrafo Jean-Michel Boursiquot, percibieron que en Chile, esta uva aún se cultivaba inadvertidamente, mezclada con pies de Merlot.
No es la primera vez que en Chile una cepa se confunde con otra. A fines del siglo XIX se introdujo en Chile el Cabernet Sauvignon y en la década de 1970, un grupo de enólogos descubrió que entre las cepas del Cabernet Sauvignon se encontraba mezclada otra cepa de origen francés: el Merlot.
Producción en la actualidad
Chile ocupó el año 2004 el noveno lugar mundial en producción de vinos con 6.479.000 hectolitros, después de Italia, Francia, España, Estados Unidos, Australia, Alemania y Portugal. En el 2005 la producción de vinos en Chile aumentó a 7.885.510 hectolitros.
Las exportaciones de vino chileno se distribuyen en un 25% a Estados Unidos y en un 55% a Europa, siendo el principal destino Gran Bretaña.
La producción de vinos en Chile se concentra mayoritariamente en las regiones VI, VII y Metropolitana, totalizando el 92% del total. La VII región se lleva el 47% del total de la producción del país.
La Calidad del vino chileno
El vino chileno se ha caracterizado por una buena calidad, constante y a un precio razonable, lo que lo ha posicionado como el país vitivinícola del nuevo mundo por excelencia. La incorporación de tecnología ha permitido mejorar la calidad año tras año, lo que se ha traducido en mayores precios en el mercado internacional. Un factor determinante en la calidad del vino chileno es el clima mediterráneo, con estaciones bien marcadas, veranos secos, cálidos y con grandes variaciones de temperaturas entre el día y la noche, que puede alcanzar hasta 20 grados de diferencia. Los vinos blancos son descritos como frescos, fáciles de beber, frutosos y de adecuado equilibrio azúcar-acidez. En tanto los vinos tintos chilenos se distinguen por su color y su cuerpo. El Cabernet Sauvignon chileno sigue siendo destacado y valorado, aunque nuevas cepas – como el Syrah y el Carménère ganan terreno.