domingo 22 noviembre, 2009
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José Domingo Gómez Rojas – El Poeta Cohete

José Domingo Gómez Rojas – El Poeta Cohete

“Cuando apareció en el salón de aquel centro de estudios sociales, Chumingo, como le llamaron después sus amigos, produjo asombro: no era frecuente ver por allí individuos que lucieran cuello de pajarita y corbata negra de lazo de rosa. Menos común era escuchar a alguién declamar, con la desenvoltura y el énfasis con que lo hizo – desenvoltura y énfasis que le valieron, de parte del pintor gilbert, el sobrenombre de “Poeta Cohete”.

Tras la polémica suscitada por la instalación de un estatua del ex jerarca cristiano Juan Pablo II en la plaza (ex parque) “José Domingo Gómez Rojas” debemos preguntarnos ciertas cosas:

Primero,  Es menester que en pos del Bicentenario se destruya y rebautice un lugar que fue concebido para el primer centenario de nuestra república y que lleva el nombre de un poeta, siendo que nos  auto-proclamamos “Tierra de poetas”.

Segundo, y en ésta idea algunos pueden  estar en desacuerdo, es coherente instalar en un barrio de tradición cívica (La Escuela de derecho de la Universidad de Chile como principal baluarte) y concentración bohemia (Es en la entrada principal a éste barrio)  un ícono religioso, no por conceptos estéticos, ni por romper la línea estilista del entorno, sino que existen lugares específicos para las prácticas de ésta índole.

Tercero,  saben los ciudadanos de Santiago quien fue “Gómez Rojas” y en que contexto se llevó su nombre al parnaso artístico nacional , por otro lado  cual fue su rol en la historia para merecer  una plaza en su honor.
De lo anterior podemos dejar en claro sólo los puntos correspondientes al tercer ítem.

La PLaza
La plaza aludida (ex parque)  fue construida en 1906 como una de las obras para el primer Centenario de la República de Chile, por iniciativa de Alejandro Bertrand Huillard, consideránla una prolongación armónica del Parque Forestal. El proyecto lo materializó Pedro E. Wieland, jefe de la Oficina del Plan de Santiago. La idea era mantener y aumentar los parques a lo largo del río Mapocho, paralelos a las costaneras.

El Poeta
Jose Domingo Gomez Rojas, nació el día 4 de agosto de 1896  en Santiago. Hijo de un obrero ebanista y de una mujer del pueblo.

Su vida estuvo marcada por el infortunio y la pobreza. Su madre enviudó quedando al cuidado de Manuel, José Domingo y Antonio. Tras la muerte de su hermano Manuel, en 1916, este joven poeta le dedicó una bella elegía, hecho que señala, además, el estilo peculiar de su poesía.

En 1913, a los 16 años, publica su primer libro de poemas, titulado «Rebeldías Líricas». Obra que la revista «Claridad» (editada por la Federación de Estudiantes de Chile) calificó como «versos ácratas en que resplandecía un alto amor por la causa de la redención proletaria». Con un tono cargado de ira, ataca la estructura imperialista, sino de los años de pre y post guerra. Lo apodaron el «poeta Cohete», por la vehemencia y desenfreno de sus versos cargados de acusaciones y sentencias al capitalismo; en palabras de Andrés Sabella, «Rebeldías Líricas» «…está erizado de juventud impulsiva y, por eso, de gritos desafiantes. Su virtud mayor es la frescura de libertad que trae a nuestra poesía”.

Luego de su primer libro, Gómez Rojas, se dedicó a estudiar, leía de todo, muestra de ello es que, al ingresar a la Universidad de Chile, en 1918, se matriculó en Derecho y Pedagogía en Castellano.

En 1917, fue publicado en la revista «Selva Lírica» su más notable poema, «Miserere», bajo el seudónimo de Daniel Vásquez. Todo un misterio creció en torno al autor del poema, Gómez Rojas se jactaba de ser su amigo y representante, al que excusaba de presentar en público por padecer de tuberculosis y vivir en la más absoluta miseria. Con el nacimiento de Daniel Vásquez, moría el «Poeta Cohete”.

Pero no tan sólo «Miserere» señaló la muerte del «poeta cohete», sino también el fallecimiento de su hermano Manuel. Su poesía se volvió algo mística y lejana, apareciendo un lenguaje elegíaco y mesiánico. Dios, la muerte y su Madre fueron la nueva fuente de inspiración.

Era un hombre inquieto, militante y orador de la I.W.W. (Industrial Workers World) , dirigente estudiantil, miembro de la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional (1918-1920), amigo de sus amigos, profesor nocturno, poeta y amante. A pesar de todas sus actividades, nunca dejó de trabajar para ayudar a su madre y a su hermano menor Antonio.

El año de 1920 fue fundamental en la historia del siglo pasado, por corresponder a la gran etapa de unión estudiantil y obrera. Las reuniones de la Asamblea Obrera de Alimentación Nacional se realizaban en el Club de Estudiantes, en la primera cuadra de Ahumada, con los trabajadores en resistencia de sindicatos diversos como el de estucadores; la Unión de los Laboradores en Madera; los profesores, obreros, artesanos, veguinos, vendedoras de pescado frito. El destacado estudiante Juan Gandulfo era el  secretario de la confederación anarquista de trabajadores: la I.W.W. (Industrial Workers World) y presidente de la Federación de Estudiantes, organismo que dio vida a la Universidad Obrera donde se fundó una valiosa biblioteca; ambas funcionaban en el Club de Estudiantes.. A Gandulfo le dedicó Pablo Neruda su “Crepusculario”.

Vastos sectores populares temían se le quitara el triunfo a Arturo Alessandri, presidente electo con gran apoyo popular, se echó a correr el infundio de que su candidatura había sido pagada con oro peruano. Ladislao Errázuriz, el ministro de la Guerra, hizo mandar conscriptos al norte, a las fronteras con el Perú y Bolivia. Los representantes del poder no querían oír a los estudiantes, empeñados en demostrar la mentira de que los peruanos estaban movilizados, todo pretexto para no reconocer el triunfo de Alessandri. Don Ladislao pretendió anular la movilización popular anunciando un presunto peligro de invasión de nuestros vecinos del norte y llamó a movilizar las tropas. El propio presidente Sanfuentes fue a despedir a los soldados, entre los cuales se hallaba un hijo suyo, y esa marcha pasó ante la Moneda para seguir hacia la Estación Mapocho.

El 31 de julio de 1920, se realizó una gran manifestación de obreros y estudiantes por la paz, contra la guerra con Perú. Comenzó la acción represiva y muchos se refugiaron en el local estudiantil. Los acorralaron. Entre los detenidos estaba José Domingo. El local estudiantil fue forzado, destrozado, saqueado y los libros quemados. A los estudiantes, acusados de subversivos, vendidos al Perú y traidores, los obligaron a arrodillarse y besar la bandera en plena vía pública.

El ministro José Astorquiza Líbano no pudo soportar la actitud digna de Gómez Rojas en los interrogatorios, lo halló demasiado altivo y lo hizo encerrar en la Casa de Orates y someter a diversos castigos, entre ellos el de hacer inundar su celda. Según la versión de un portero de ese establecimiento, el estudiante se volvió loco por las torturas. Sacaba unas fuerzas terribles, se desgarraba la ropa, se destrozaba su propio cuerpo. Los enfermeros intentaban calmarlo lanzándole baldes de agua, luego lo golpeaban hasta verlo caer sin sentido. También se dijo que sufrió una meningitis y la fiebre lo hacía desvariar, padecimiento que fue tomado por locura. El joven se mató la noche del 29 de septiembre. Apenas había cumplido los veinticuatro años. Su muerte causó conmoción. Las industrias se paralizaron y todos los trabajadores salieron a la calle. Formaron interminable cola para ver su ataúd: iban a rendirle el último homenaje cuando lo velaban en la Federación de Estudiantes.

La vida, pasión y muerte de Gómez Rojas inspiraron a dos de nuestros premios nacionales de literatura: el elocuente testimonio de José Santo González Vera en Cuando era muchacho y Manuel Rojas lo convirtió en el protagonista de La oscura vida radiante.

Éste último también lo recuerda en su libro «Páginas Excluídas» (editorial universitaria 1997.).

«Cuando apareció en el salón de aquel centro de estudios sociales, Chumingo, como le llamaron después sus amigos, produjo asombro: no era frecuente ver por allí individuos que lucieran cuello de pajarita y corbata negra de lazo de rosa. Menos común era escuchar a alguién declamar, con la desenvoltura y el énfasis con que lo hizo – desenvoltura y énfasis que le valieron, de parte del pintor gilbert, el sobrenombre de «Poeta Cohete».
Nos hicimos amigos. Debió tener, por ese tiempo, dieciséisaños, yo era un poco mayor: tenía diecisiete.»

***

«A pesar de que llevó una vida agitada y murió de modo dramático, los recuerdos que de él conservo son alegres y tiernos. de su vida familiar y de su vida íntima sólo supe de pasada. Conocí a su padrastro, maestro carpintero, que tosía de modo profundo – murió tuberculoso -; a su madre, señora de suaves maneras y de dulces ojos, y a su hermano menor – Antuco -. que actualmente, si no me equivoco, gana su vida como estucador.
Otro hermano pequeño – Mañungo – a quien también creo haber conocido, murió niño, causando un Chumingo penoso quebranto.
Cuando le conocí vivía por las calles de Esperanza y Romero – calles en las que, según Acario Cotapos, ocurren todos los incendios que estallan en Santiago -»

«El «Poeta Cohete» había muerto.
Dándose cuenta de ello y no queriendo quizá aparecer, de buenas a primeras, con aquel tono de voz tan diverso ante sus auditores o lectores, Chumingo inventó un poeta: Daniel Vásquez, a quien adjudicó la paternidad de las poesías que fué escribiendo. Las Leía por ahí o las recitaba, causando sensación; era en realidad, una voz interesante en la poesía de ese tiempo.
– ¿Quién es este poeta? – le preguntaban.
– Un muchacho tuberculoso.
-¿Dónde vive?
– Muy lejos y en una casa muy pobre.
– Queremos conocerle.
– Prefiere no ser conocido.

Mantuvo el secreto – que sólo era a medias – hasta que la revista LOs Diez, con gran disgusto suyo, publicó uno de esos poemas bajo la firma de su verdadero autor. El poeta tuberculoso siguió al «Poeta Cohete».
Sólo quedó, entonces, José Domingo Gómez Rojas.

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