Alberto Vivanco y la Tira Cómica «Lolita»
Cuando, en enero de 1960, salí de Quilpué rumbo a Santiago con la intención de estudiar periodismo en la U. de Chile, llevaba mi maleta repleta de proyectos de historietas y de diferentes publicaciones. Muchos lograron hacerse realidad en los siguientes 13 años.Entre ellos estaba la maqueta de una revista juvenil llamada Ritmo, un personaje femenino de tira cómica de nombre «Coca» y una revista femenina popular (para que se opusiera a las elitescas Vanidades, Claudia, etc.) la cual yo llamaba entonces «Matilde».La revista Ritmo (con mi gato Yo-Yo incluido ), después de ser rechazada por todas las grandes editoriales y con la opinión desfavorable de todos los profesionales célebres de la época, fue acogida por la pequeña Editorial Lord Cochrane, situada en esa popular calle y que sólo se dedicaba a imprimir las cajas de Rinso, todo propiedad de El Mercurio.
Mi proyecto «Matilde» salió en 1972, cuando yo era Director de la División Periodística de Quimantú, con el nombre de «Paloma» y solo duró 19 números, vendiendo más de 200.000 ejemplares quincenales. El número 20 debió circular ese 11 de Septiembre de 1973, cosa que no ocurrió por razones universalmente conocidas.El proyecto de «Coca, una chiquilla muy loca» estaba pensado como un «Pepe Antártico femenino» y terminó publicándose en el diario El Clarín, con el nombre de Lolita.
Los Comienzos
Apenas llegué a Santiago, y después de inscribirme con la escuela de Periodismo (la única que existía), no dejé medio de comunicación sin importunar con mis proyectos y fui rechazado sistemáticamente en la mayoría de ellos. Pero no en todos. Para mi primer trabajo profesional, fui llamado al semanario católico La Voz, con el encargo de reemplazar a su dibujante oficial, quien se había fracturado la mano creadora. El accidentado era Hervi (Hernán Vidal), quien realizaba la tira cómica de una angelito llamado «Malaquías».
Mi trabajo allí fue breve pero, desde entonces, con Hervi trabamos una férrea amistad y arremetimos juntos a cuanto proyecto se nos puso por delante, tanto en aquella época chilena, como en mi posterior residencia en el extranjero. Posteriormente, se reunirían al grupo José Palomo y Pepe Huinca (Jorge Vivanco) y juntos formaríamos un cuarteto creativo que dio sus mejores frutos en la revista «La Chiva». Para ese año 1960, ya había logrado publicar algunas historietas en el legendario El Peneca, cuando Zig-Zag le ofreció a Marcela Paz (autora de «Papelucho») dirigir una revista de su invención, llamada «La Pandilla», con la intención de reemplazar a El Peneca que agonizaba sin remedio. En «La Pandilla» publiqué una historieta llamada «El Gordo Sotito» y todas las ilustraciones que se me ofrecieron. Pero lo más importante ocurrió cuando hacía antesala para entregar mis trabajos a doña Marcela.
Allí conocí a Pepo, cuya oficina era contigua a la de ella, y lo abrumé mostrándole mis dibujos y solicitando su opinión y consejo, cosa que el Maestro me prodigó con una paciencia de santo. También allí conocí al gran Abel Romero, quien ilustraba las portadas de la revista y los cuentos de su autora.Haciendo antesala igual que yo, no tardé en toparme con otro personaje inolvidable, Carlos Alberto Cornejo, que a sus 14 años era el niño prodigio del periodismo. Con su innata elegancia y su impecable castellano, Carlos Alberto contribuía a la revista con cuentos, artículos, guiones, traducciones y toda clase de material escrito, amenazando con inundar la revista y todo el edificio de Zig Zag en la calle Santa María. Era, por lo tanto, absolutamente inevitable que nos hiciéramos amigos y colaboradores para toda la vida. En aquella época nos juntábamos a diario para inventar historietas ofreciéndolas sin éxito a la revista Okey, la única de su género que existía.Un día escuché comentar al padre de C.A. que era amigo personal de Darío Saint Marie, el dueño del popular diario El Clarín. De inmediato le pedí que nos consiguiera una cita, convencido, a esas alturas, que la única forma de publicar algo en Chile era entrando por la puerta grande… o sea, hablando directamente con el dueño del circo y no con los payasos.El Clarín no tenía ninguna historieta y competía con La Tercera (el hogar de Pepe Antártico de Percy), por lo tanto, estaba claro que había llegado la hora de mi personaje Coca.
Esto fue lo que pasó
A la hora señalada, C.A. y yo concurrimos a la cita en el departamento de la calle Bulnes, a pocos metros de La Moneda. Darío Saint Marie era una persona franca, directa y -a su manera- cálida. Le gustó de inmediato mi sexy y juvenil personaje, pero rechazó de plano el nombre Coca. No quería relacionarlo con la droga. «-Póngale un nombre moderno, como esa Lolita que sale por estos días en el diario» (se refería a unos sórdidos reportajes de la crónica roja).C.A. me miró horrorizado porque ese nombre le parecía vulgar y con sabor a puta. Yo en cambio, me apresuré a considerarlo estupendo. En realidad, habría aceptado hasta llamarla Hermeregilda, Petronila o cualquier cosa… con tal de publicar mis dibujos en el medio de mayor circulación del país y de cobrar un sueldo que superaba todas las expectativas de un principiante recién llegado de provincia.Y así se hizo.C.A. se encargó de escribir los guiones (además de artículos para el periódico, como su columna de Incinerador, que lo transformó en el único crítico de cine en el mundo que, con solo 15 años, vio la película Los Amantes, con Jean Moreau… y escribió sobre ella). La tira diaria comenzó a salir en septiembre de 1960 y muy pronto tuvo su página dominical a todo color, honor que en aquella época sólo se reservaba para las historietas llegadas de USA.
¿Porqué se les llama «lolitas» a las jovencitas en Chile?
Esto solo ocurre por aquí. En ninguna otra parte. En Colombia se les llama «peladas» o «sardinitas», en México «chavitas», en Venezuela «chamitas», «pavitas», etc.En esos tiempos recién había salido el famoso libro de Navocov, pero en nuestro país no tenía una divulgación masiva. Sólo lo conocían un reducido número de lectores. Por otra parte, los medios de comunicación se abstenían de promover demasiado la obra, por considerarla pornográfica. La película con Sue Lyon y James Mason que le daría fama definitiva al personaje a escala popular, vendría varios años después.La pacatería reinaba en la sociedad chilena de esos tiempos y no toleraba transgresiones de ese tamaño. Pero El Clarín no era nada pacato. Ni mucho menos su director, Alberto Gamboa, cariñosamente llamado «El Gato». Se trataba del periodista más sagaz y creativo que existía. Él fue quien bautizó con el literario nombre de Lolita a una putita adolescente cuyas sórdidas desdichas ocupaban las páginas de la crónica roja del diario. Sin embargo, todo pudo terminar allí, pero la saga continúo con la aparición de la historieta Lolita. El éxito alcanzado animó al diario a seguir usando ese nombre como adjetivo… aunque ahora, para señalar a las jovencitas «coléricas» que irrumpían con fuerza en el panorama nacional. De esa forma, la connotación del nombre se fue deslizando paulatinamente desde la franca putería original hasta las jovencitas modernas que usaban minifalda, bailaban twist y liberalizaban sus costumbres gracias a las nuevas pastillas anticonceptivas.
La popularidad de la historieta contribuyó a afianzar la permanencia del nombre como símbolo de esta juventud transgresora de las tradicionales costumbres conservadoras del país. Al comienzo, este apelativo fue enérgicamente rechazado por la «gente de bien». Desde luego, los medios de comunicación del sistema (en realidad todos, menos El Clarín) se resistían a emplear esta denominación, por considerarla demasiado «clarinesca»… o sea vulgar. Eso es algo que pude constatar personalmente como testigo de excepción.En 1964, había conseguido por fin que se publicara mi revista juvenil Ritmo. Para lograr ese objetivo me vi obligado a invitar como asociada en el proyecto a María Pilar Larraín, debido a que ella tenía estrechos lazos de amistad con los dueños de la editorial Lord Cochrane, lo cual aseguraba su aceptación y, además, era una disk jockey con mucho carisma y gran ascendencia entre la juventud desde su programa de Radio Chilena. Nuevamente eso me permitió tratar directamente con el dueño del circo…La elevada alcurnia de mi socia, le impedía aceptar como bueno el apelativo de «lolas» para nuestras lectorcitas. Más aún, debido al éxito de Ritmo y el lugar que ocupaba siendo directriz y modelo de las masas adolescentes, me presionaron fuertemente con el objeto que dejara de ilustrar la tira cómica para que mi nombre no fuera vinculado con El Clarín y con las «lolas» en general. Puesto en esa disyuntiva, me vi obligado a ceder y durante un año encargué al dibujante Ric (Ricardo González) que ilustrara la tira en mi lugar.Pero el Clarín, bajo la magistral dirección del Gato Gamboa, se había transformado en un fenómeno nacional. Su estilo vernáculo, desenfadado y creativo, cambió la forma de hacer periodismo en este país. Su numeroso público lo admiraba sin reservas y el resto de los medios tanto impresos como radiales se vieron obligados a imitarlo… si pretendían captar ese segmento masivo del mercado. Así fue como el nombre de «lolitas» terminó siendo aceptado por todos (incluido Ritmo). Es curioso constatar que sufrió el mismo proceso que el tango como género: salió de los prostíbulos para con el tiempo elevar su categoría y conseguir la aprobación general.
Lolita, La compañera
Dibujar diariamente el personaje se transformó en la mejor escuela de aprendizaje. Mi evolución como creador de comic se debió a este ejercicio incesante. Carlos Alberto solo contribuyó con los guiones los dos primeros años. Sus múltiples talentos lo empujaban a escribir artículos, cuentos, guiones de cine, radio o historietas, teatro, televisión, etc. Se fue a estudiar periodismo a USA y a perfeccionarse en España.Creo que Lolita, además de colaborar en la divulgación del apelativo de las jovencitas en nuestro país, dejó una profunda impresión en los lectores de la época.Como ejemplo, recuerdo especialmente cuando junto a Carlos Alberto fuimos a visitar, a finales de los 70, a Darío Saint Marie en su exilio de Madrid. Muy decepcionado y ya bastante enfermo, no dejaba de hablar de Chile, con dolor y nostalgia. De pronto me dice, casi como en tono de confidencia, «Yo era un gran admirador de su Lolita», y me muestra en un rincón de su salón un original de la tira, finamente enmarcada. Lo descolgó pidiéndome que se lo firmara por el reverso. Para ser la solicitud del hombre que fue uno de los más influyentes y temido de Chile durante dos décadas me pareció un honor inusitado.
¿El fin?
Como lo había hecho durante 13 años, ese 10 de Septiembre de 1973 llegué atrasado con las tiras correspondientes a la semana. En el fotolito, el siempre jovial Manuel Rivera me recibió los originales para procesarlos de inmediato en los clisés de plomo, como era usual entonces. El maestro Calvo, el jefe, me reprendió y, como de costumbre, le juré no volver a atrasarme nunca más, que esa sería la última vez. Y así fue. Al día siguiente no pudo circular el diario, por razones históricas conocidas.Diez meses de absoluta cesantía y espanto después, abandonaba el país para siempre. Por primera vez viajaba sin ningún proyecto. Pero llevaba un lote de tiras cómicas de mi personaje bajo el brazo. Por siaca.
Comenzar de nuevo
En julio de 1974, aterricé en Venezuela, dejando atrás a mi país sumido en la peor crisis de su historia. Llegar a un país extranjero de la noche a la mañana, sin dinero y sin currículum, para un dibujante (y para cualquiera) es muy duro.Dos cosas me facilitaron las cosas. Venezuela era, sin dudas, el país más generoso y descomplicado del mundo… y el hecho de llegar ofreciendo una tira cómica tan caliente como Lolita, rompía el hielo en todas partes. Al poco tiempo ya estaba publicándose en el diario 2001, de Caracas. Casi simultáneamente apareció en el Sol de México, de ese país y, poco después, en Panorama, de Maracaibo.
Debo reconocer que si en vez de una simpática muchacha, mi personaje hubiera sido un perro, un gato o algo así… la historieta no hubiera despertado el mismo interés en los dueños de los periódicos. La tira me dio a conocer, pero necesitaba un negocio más contundente y dediqué todo mi esfuerzo a fundar una editorial que produjera revistas de pasatiempos y humor, cosa que estaba a mi alcance como recién llegado. Conseguí hacerlo y en los próximos 25 años fue mi principal actividad comercial.Con el objeto de no descontinuar la publicación de Lolita, y por carecer del tiempo necesario, recurrí a la colaboración de otros dibujantes chilenos que aportaron su contribución. Así fue como, en la década de los años 75 al 85, me reemplazaron dibujando artistas como Hervi, Jecho, Tom, Nestor Espinosa, Edmundo Pezoa, etc. Incluso mi hermano Jorge (Pepe Huinca) quien había viajado conmigo, me dio una mano reiteradamente.
Sin embargo, no estaba conforme con la tira, porque no producía mucho económicamente y el tema parecía agotado (en realidad, el tema no se agota, el que se agota es su creador). La suspendí para dedicarme por entero a la editorial trasladándome a Colombia para desde allí distribuir publicaciones por todo el continente, siguiendo el ejemplo de Condorito, que ya tenía bien trillado ese camino.Durante algún tiempo había suspendido la tira y parecía que mi carrera como historietista había llegado a su fin. Pero el que nace chicharra muere cantando, así que al comienzo de los 90 tomé una determinación drástica: me dedicaría a dibujar historietas como principal actividad. Para eso necesitaba venderlas simultáneamente a muchos diarios… en otras palabras, crear una agencia internacional al estilo de la famosa King Feature Syndicate. Esas eran palabras mayores.
AV Comic latino
Este proyecto fue el más difícil de todos. Tomando a Lolita como eje central, tuve que crear otros personajes, para ofrecer una gama más o menos completa de posibilidades y así abastecer la página de los diarios dedicada a los comic. Eso es lo que se llama un «paquete» de servicios gráficos.La otra clave es el precio: debe competir ventajosamente con las ofertas norteamericanas, confiando en que la calidad y la oportunidad del producto hiciera el resto. Mi estrategia de venta era sencilla y directa: las tiras gringas son fomes y tontas y las que yo ofrecía, por lo menos, eran criollas, o sea con la misma idiosincrasia de los lectores. Poco a poco mi paquete se fue publicando en diferentes regiones y países, en franca confrontación con mi admirada King Feature, que se ha visto desplazada en numerosas oportunidades.Actualmente «Lolita» se publica diariamente en unos 80 periódicos todos los días y, en los últimos 13 años, nadie ha manifestado intenciones de interrumpir el servicio, sino todo lo contrario. Para muchos, mí personaje se ha convertido en su «mascota» más representativa.
En esta última etapa, le cambié el formato tradicional apaisado y opté por uno rectangular, que ofrece mucha más posibilidades para desarrollar una escena. Después de todo, el formato lineal obedecía a la necesidad de estandarizar la diagramación, cuando hace cien años atrás las páginas se componían con ladrillos de plomo. La actual diagramación digital nos ha liberado de esa obligación.Jamás he pretendido que mi chiste sea para matarse de la risa… y ni siquiera que constituya un dibujo excepcional (y no podría serlo, por más que lo quisiera). Soy un dibujante de periódicos. Sólo aspiro a que cada mañana, al abrir su ejemplar, el lector sienta una brisita cálida en medio del vendaval informativo. Si Lolita logra arrancar una sonrisita cómplice de cariño y simpatía, habrá logrado plenamente su objetivo.Y eso sería todo por hoy.Todos los días se puede ver «Lolita» en: www.elespacio.com.co